El
Destino de Júpiter, la nueva epopeya de ciencia ficción de los
hermanos Wachowski, parece un proyecto condenado desde su propia
concepción. No son pocas las voces que he escuchado a mi alrededor
catalogando la película de muchas cosas (feas) aún antes de ser
estrenada. Los problemas en postproducción - que obligaron a
retrasar siete meses el estreno de la película – hicieron saltar
todo tipo de rumores sobre la calidad de la misma por los siete
confines de internet. Pero con la película ya en nuestras salas ha
llegado el momento de contestar a las preguntas ¿Es tan mala como
muchos vaticinaron? ¿Supone un hito en la ciencia ficción como lo
fue su megahit Matrix? Veremos.
Que
los Wachowski son unos tipos enamorados de la ciencia ficción, del
anime y de los videojuegos no solo no es un secreto, es que se ha
convertido en un sello de personalidad. Todas sus obras han sido
impregnadas de cientos de referencias, homenajes y alardes visuales
propios de los medios a los que rinde pleitesía. Este Destino de
Júpiter no es la excepción. Más aún, es la culminación, la
depuración de una forma de entender el cine como la confluencia de
las distintas artes que admiran y sobre las que reflejan su visión.
La historia de la película, sencilla, que no simple (frase que se ha
vuelto un cliché, por cierto) nos cuenta cómo una joven, una mas
entre millones, se encuentra atrapada en una vida que se le queda
pequeña, presa de una rutina gris que la consume. Todo eso cambiará
cuando – ¿a quién no le ha pasado? - varias facciones
intergalácticas enfrentadas la sitúen en el centro de una peligrosa
conspiración para dilucidar el destino de la Tierra. Y hasta aquí
diré de la trama pues ya se encargan los trailers de la
distribuidora de reventar los detalles.
La
película no oculta su vocación lúdica ni un solo instante. El
Destino de Júpiter es una space opera delirante, donde la acción,
la comedia y la fantasía se entremezclan con ritmo y con soltura
entregando una aventura sin complejos y para la que los prejuicios
está en el ojo del mira. Espectaculares paraísos galácticos,
recargadas arquitecturas planetarias, naves espaciales, robots
gigantes, cazarrecompensas escapados de un manga, híbridos de
humanos y animales, piratas aéreos, cyberpolicías alados e incluso
androides con fobia a la burocracia. Todo esto y muchísimo más
supone un collage hiperbólico que en ningún momento se esconde y
desde el primer minuto pone las cartas sobre la mesa. Aquí hemos
venido a jugar. La trama resulta suficientemente interesante y de
suficiente peso para lo que el género requiere - incluso juguetea
con ciertos dejes shakespearianos - y establecido los distintos
elementos sobre el tablero es el momento de que los hermanos
Wachowski se sienten en su cajón de arena y comiencen a entrechocar
sus muñequitos. Y oiga, de qué manera más espectacular son capaces
de hacerlo.
El
alarde visual de la película es innegable. Los directores/guionistas
han creado un universo vivo rico en detalles, razas y han cuidado
hasta el último elemento para hacernos navegar por un crisol de
mundos y galaxias a cual más imponentemente atractiva. Las naves
espaciales a bordo de las que viajaremos – y deudoras de diseños
muy amados por los fans de los videojuegos – no pierden en poderío
visual y será en este universo bellamente recreado, que abarca desde
la Tierra hasta el último confín de la galaxia, donde seremos
testigos de algunas de las secuencias de acción más impactantes que
hemos podido ver en una pantalla grande. Combates y persecuciones
entre los rascacielos de la ciudad pilotando naves transformables,
mechas cruzando campos de asteroides artificiales, increíbles
coreografías de lucha, ciudades al borde del apocalípsis ... Un
sinfín de delirios visuales que harán las delicias del niño
interior que, al menos servidor, dejó que fuera al cine con él. A
todo ello ayuda no solo una cuidada fotografía que denota una vez
más el mimo que los directores imprimen al apartado visual de sus
películas, sino también una soberbia banda sonora a cargo de
Michael Giacchino, un autor que crece partitura tras partitura y que
aquí consigue elevar las cotas de epicidad hasta su máximo nivel.
Especial atención a las composiciones que introduce el autor durante
el clímax de la película y que nos harán vibrar.
Cierto
es que no todo es luz en el mundo de los Wachowski. La cinta no
consigue encontrar – especialmente en el prólogo y el epílogo –
ese tono a medio camino entre la fantasía y la comedia con el que
pretenden dotar a la cinta del ambiente de cuento que parecen pretender. Así mismo es
notable como la cinta muestra sin pudor tijeretazos en su montaje que
probablemente alargaran el metraje pero que con seguridad
interpretarían páginas del guión que vendrían a cubrir algunos
agujeros o carencias. Aún así la historia consigue seguirse sin
problema en ningún momento y da al desarrollo de sus personajes la
importancia justa (como han hecho en el género desde la original
Star Wars hasta la reciente Guardianes de la Galaxia)
sin pararse más de lo necesario. Es cierto que estas deficiencias existen y la alejan de ser una obra mucho más redonda (aunque dejaría de ser tan benditamente marciana) pero no es menos cierto que asistimos con esta película a lo más cercano que estaremos los de mi generación a ver a una turba con antorchas asaltando un castillo tal como está siendo recibida por los espectadores. Como siempre recuerdo, parece que vivimos presos de un mundo de ceros y dieces. Es evidente que la película no es un diez. Pero amigos, dense una ocasión de divertirse, porque aunque algunos no se cansen de decirlo, esta no es la peor película del año.
El
Destino de Júpiter es el patio de recreo de los Wachowski, una serie
b desenfadada, de perfecta factura técnica, con el único y nada
desdeñable objetivo de divertirnos. Y lo van a pagar caro.
Personalmente, aun con sus carencias, he disfrutado como un crio de 8
años, dejándome maravillar por esta locura. Pero seamos sinceros,
una película armada con naves provenientes de Mass Effect,
bodas sacadas de Final Fantasy y un protagonista escapado de
Enslaved, una de esas
películas de buenos contra malos que tanto duelen en estos tiempos,
no parece la atracción en la que el gran público se montaría. Esta
película tiene su público, está ahí, en algún lugar escondido.
Probablemente en 1985.
7,5 piratas aéreos sobre 10
Menos twittear y más bloguear , sinvergüenza !! ;)
ResponderEliminar